Zapatero, hace los deberes.
Los ponga quien se los ponga.
Los que le pedía Rajoy, dice el PP, también, pero tarde, mal y poco.
Los que le ordenan de Washington, París o Berlín.
Del BM, del FMI, o del ujier de todos ellos en Bruxelas.
Por eso, no entiende tantos reproches domésticos.
Quieren más. Todo. Su cabeza.
Da un paso al frente, y ofrece inmolarnos e inmolarse. A cualquier precio.
Y nada. Llega fuera de control.
“Rajoy Rajoy ¿por qué me persigues?”,
clama entonces, entre los damasquinados de Palacio.
Ya sean de Oriente o Moncloa.
Ni ganando la roja. Igual da.
¿Será el Metro la vara de medirlos, y de medirnos?
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